Opinion
El reto logístico de los canales cortos de comercialización
Proyecto piloto Madrid Rural
Para quienes trabajamos en innovación rural, los canales cortos de comercialización se identifican como una de las vías para revitalizar la agricultura familiar y acercar al consumidor alimentos frescos, saludables y con identidad territorial. La simplificación de la cadena permite elevar el precio en origen al productor, reduce la huella ambiental y fomenta la producción agrícola local. Sin embargo, cuando se trata de pequeñas producciones, su expansión tropieza una y otra vez con la misma piedra: la logística. La experiencia piloto Madrid Rural muestra que es posible explorar soluciones tecnológicas y colaborativas que contribuyan a superar estas barreras, manteniendo la cercanía como valor esencial.
Junto con la preeminencia de la gran distribución, los canales cortos se manifiestan como una palanca de competitividad para explotaciones pequeñas y medianas. La nueva Política Agraria Común les da respaldo explícito al reconocer su capacidad para diversificar las redes de suministro, reducir emisiones y reforzar la posición del agricultor en la cadena alimentaria. A ello se suma una creciente demanda social: los grupos de consumo, los mercados de productores y las secciones de kilómetro cero se multiplican, reflejo de un consumidor que exige cada vez más transparencia sobre el origen de lo que come.
El impacto territorial de los canales cortos es doble. En el plano económico, parte del valor añadido permanece en los agentes y zona de producción, en lugar de diluirse a lo largo de la cadena; en el ámbito social, se refuerza el tejido rural al generarse oportunidades de empleo estable y motivar el relevo generacional. Para el consumidor, supone acceder a alimentos de temporada más frescos y compartir una historia de su origen que contribuye a estrechar su vínculo con el campo.
No obstante, traducir ese potencial en una práctica cotidiana requiere superar un cuello de botella muy concreto. Mover volúmenes pequeños, estacionales y muy variados resulta caro y complejo si se replica la mecánica de los grandes operadores. El agricultor debe encargarse de cosechar, clasificar, envasar, etiquetar, facturar y entregar: muchas horas extra que a menudo se restan al descanso o a la vida familiar. Al consumidor le toca desplazarse a un mercado de fin de semana o coordinar entregas personalizadas, lo que exige tiempo y compromiso. Y para una cadena de supermercados, gestionar decenas de microproveedores locales choca con sistemas logísticos pensados para camiones completos y calendarios de suministro just-in-time (JIT). De ahí que la logística aparezca, en todos los diagnósticos, como la pieza que impide que los canales cortos escalen de forma masiva. [...]
Texto: José Luis Cruz Maceín y Elena Parrado Molina, investigadores del Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural Agrario y Alimentario (IMIDRA); y Mario González Azcárate profesor-investigador de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica, Alimentaria y de Biosistemas (ETSIAAB), en la Universidad Politécnica de Madrid (UPM).