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Entrevista

Julio Llamazares

Escritor

"El paisaje es la memoria de un lugar"

La infancia en un pueblo es un aprendizaje continuo a través de vivencias que agarran al corazón como un águila a su presa. Da igual dónde te lleve la vida, nunca te abandonará una mirada rural. Julio Llamazares, que navega entre la ciudad y el mundo rural que lo vio nacer, fabula sobre las emociones que le producen la memoria y la observación de un paisaje que ha cambiado con el tiempo y la presencia o el abandono del ser humano. Su obra habla de cultura e identidad, que se alimentan mutuamente, y se refuerzan cada vez que un narrador las transmite.

Usted vivió su infancia en pequeños pueblos de León. ¿Cómo le ha influido esta circunstancia?

A todos nos marcan nuestros primeros años para toda la vida. Es cuando se conforma la identidad y la sensibilidad. Decía Rilke que la patria del hombre es su infancia, así que nacer en un pueblo o en una ciudad te sitúa en dos terrenos diferentes, aunque ahora se ha homogeneizado todo. Los que nos hemos formado en el mundo rural y llevamos toda la vida en ciudades tenemos un pie en cada mundo.

La sociedad es cada día más urbana. ¿Hasta el punto de que puede haber perdido el contacto con el medio natural?

En general, hay un alejamiento cada vez mayor de ese mundo rural. Y eso influye en el día a día de las personas e incluso en cómo se conforman las sociedades. Todo viene precedido de un descrédito de lo rural, bien sea a través del desprecio o de la idealización. Las dos actitudes demuestran no entender el mundo rural. La propia sociedad rural se consideraba de españoles de segunda división. Tenía idealizada la ciudad como un mundo mejor hacia el que debíamos ir. Ahora esa idealización se ha dado la vuelta en cierto modo: la sociedad urbana piensa en el mundo rural como el paraíso perdido, que en absoluto lo fue.

La pandemia y situaciones de crisis económicas presentan al mundo rural, y su contacto con el medio natural, como la gran esperanza de una vida mejor.

Es una idealización que quizás nos lleve a alejarnos más de los tiempos y los ritmos de la propia naturaleza humana, que era la que hemos conocido en los pueblos. Algunos van ahora al pueblo buscando ese paraíso natural perdido, hablan con el pastor con un lenguaje paternalista y tocan a una oveja como si fuera un león de África. No saben que, en cierto modo, el mundo rural se está convirtiendo en un trampantojo: el que te atiende en la casa rural el fin de semana también vive en la ciudad. Hay una conversión del campo en un decorado para turistas. Lo curioso es que muchos de esos turistas vienen de ese mundo y se han dejado confundir antes.

Se ha impuesto una forma urbana de vivir, pero ¿es ese el problema para el futuro de los pueblos más pequeños?

Se ha producido un cambio de modelo en la sociedad, mayoritariamente urbana; incluso los intentos un poco utópicos de volver al campo por parte de cierta gente son culturalmente urbanos.

Es verdad que, en ciertas cosas, no hay los mismos medios en el mundo rural que en la ciudad, pero es que siempre fue así y antes vivía la gente en los pueblos. No había médico, ni buenas carreteras. Las dotaciones ahora son mucho mayores. No es ese el problema. El principal problema es la soledad y la falta de oportunidades. Decía Avelino Hernández, el escritor soriano, que durante siglos la gente vivió cultivando barrancos estériles y lomas baldías hasta que llegó la Diputación y les hizo las carreteras. Entonces las cogieron y se fueron todos. Conocer las mayores oportunidades y las condiciones de vida de otros lugares hace que tú también las desees. Salvo que estés muy arraigado, es muy duro un día de invierno en un pueblo y no ver a nadie en la calle. Es difícil vivir con la soledad.

La soledad no es monopolio de los pueblos pequeños.

Cierto, la soledad también se puede sentir en las ciudades, donde hay mucho desarraigo. Eso genera problemas psicológicos en muchas personas, al no sentirse parte de donde viven y la idealización de aquel mundo del que vienen, además de problemas de tipo material, como el hacinamiento o los precios de la vivienda. No es inocente ese cambio de modelo social, del mundo tradicional, rural y agrario al mundo urbano, con efectos colaterales desde el punto de vista cultural y antropológico. Este gran cambio ha producido un cataclismo en la forma de ser de las personas y en su identidad. [...]

Texto y fotografía: Ismael Muñoz