30 de Noviembre de 2020
26/11/2020. Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de la revista Letras Libres, así como columnista del diario El País. En este verano pandémico ha publicado la novela “Un hípster en la España vacía”, en la cual Enrique Notivo, su personaje principal, decide alejarse de la gran ciudad para irse a vivir al pueblo de su abuela turolense. La novela es una sátira en la que su protagonista intenta adaptarse con sus mejores intenciones y prejuicios urbanitas a la vida rural que ha escogido, y en la cual intenta sacar adelante un huerto colaborativo.
- Daniel Gascón – autor del libro “Un hípster en la España vacía”- habla con la Red Rural Nacional sobre la sátira que ha plasmado en su novela acerca de la llegada de los “neorrurales” a los pueblos
Red Rural Nacional: ¿Crees que hay un auge del interés de la “literatura rural” o que solo está de moda?
Daniel Gascón: En nuestro país es un tema recurrente desde siempre. Muchos escritores escriben y han escrito sobre la España rural desde muchas perspectivas y puntos de vista diferentes. Lo rural forma parte de nuestras vidas y de nuestra realidad, y hay períodos en los que se le hace más caso, y épocas en las que menos. En este momento sí que se le está prestando más atención. Pero la realidad rural en España es como el río Guadiana: aparece y desaparece, pero siempre está ahí.
RRN: ¿Cómo y por qué surge “Un hípster en la España vacía?”
DG: Surge de la confrontación o diferencias que yo veo entre mis amigos hípsters de la ciudad - y su visión romántica del campo – y de la realidad que yo he vivido desde pequeño en el medio rural. Es este contraste el que me llevó a plasmarlo de forma irónica y sarcástica y en forma de novela de humor.
RRN: Has mencionado una infancia en el medio rural. ¿Cómo fue tu vida en áreas rurales desde pequeño?
DG: Mi madre era médica de familia rural y de atención primaria, y hasta que obtuvo una plaza fija anduvimos todos los veranos, hasta que cumplí 10 años, viviendo en pueblos. A partir de esta edad, nos asentamos en Urrea de Gaen e Iglesuela del Cid (Aragón), y cuando llegó la época del instituto, como no había, me trasladé a vivir con mis abuelos a Zaragoza, que a su vez estaban emigrados a la ciudad procedentes de las cuencas mineras. Por todo esto, mi educación ha sido en la escuela rural. En mi generación, si tus padres no eran los que venían del campo, eran tus abuelos.
RRN: Explícanos el título: ¿por qué un hípster para simbolizar a la ciudad y por qué el término “España vacía” para hacer mención al medio rural?
DG: En el título quería recoger el contraste del que hablo y dejar patente desde el inicio esa dialéctica entre mundo rural y urbano. Para mí un hípster es un tipo sofisticado que va a la última y que encima está preocupado de que todos sepan que va a la moda. Y con “España vacía” quería emplear un término que es muy gráfico y descriptivo pero que posee unas connotaciones muy diferentes a los de “España vaciada”. Con “España vacía” estamos diciendo que el interior del país ha perdido población por diversos factores. Muchos de ellos por motivos totalmente naturales y lógicos. Sin embargo, con “España vaciada” es como si hubiera alguien que ha echado a la gente y eso no es así. No se trata de buscar culpables o responsables. Es un fenómeno de naturaleza múltiple pero muchas veces gradual y natural a los tiempos.
Además, me apetecía dar con un título cómico, incongruente y que de primeras ya supieras que es para el humor y no para el drama, algo así como “Un yanqui en la corte del rey Arturo”, de Mark Twain.
RRN: ¿Qué idea tienes sobre el desarrollo rural a partir de la documentación que has hecho para esta obra y de tus propias experiencias?
DG: Para mí el desarrollo rural supone intentar que las localidades del sector primario adquieran un modelo socioeconómico que les permita seguir desarrollándose de forma autónoma. El cómo y qué medidas es lo más complicado. Pero es importante que las provincias mantengan una red de pueblos con una población asentada para el desarrollo de la provincia en su conjunto. La globalización y la digitalización han igualado mucho a las áreas urbanas y rurales, no obstante.
RRN: ¿Qué opinas del denominado movimiento “neorrural”?
DG: El anhelo de volver al campo siempre ha estado presente. Además de que en los pueblos se vive ahora de forma mucho más cómoda que hace 30 años, cuando ni siquiera llegaba la luz. Para que se consolide este fenómeno es prioritario que la información llegue igual a todas las áreas. Por mi experiencia sé que, si llegas a un pueblo con humildad, y sin postureos, y sin idealizaciones, es mucho más fácil acostumbrarse a él. Eso sí, debes estar dispuesto a perder tu anonimato – cualidad intrínsecamente urbana – y a olvidarte del exhibicionismo de las ciudades. Que es precisamente lo que yo parodio en el libro.
RRN: ¿Crees que la pandemia marca un antes y un después entre las áreas rurales y urbanas?
DG: La pandemia ha hecho que las ciudades pierdan todo su atractivo. Sin oferta cultural, con la amenaza del virus en el transporte público, y confinados en espacios pequeños y caros, resulta inevitable fantasear con la idea de marcharse. Esto es algo en lo que todos hemos caído. E incluso algunos se están aventurando. De hecho, hay gente que no pensaba que pudieran adaptarse al medio rural, y están dando el salto. Aún está por ver si esa migración va a ser masiva, o no. Son muchos los factores que hay que tener en cuenta para hacerlo: tu trabajo, la educación de tus hijos si los tienes, y un largo etcétera.