Son siete ejemplos, pero podrían ser decenas. La Red Rural Nacional acaba de sacar una publicación con veinticinco más. Son habitantes de zonas urbanas que un día decidieron que sus proyectos de vida, aquello que de verdad querían hacer para sentirse felices y consecuentes con sus principios, tenían como destino el medio rural. Podría parecer una ambición de gente joven, pero siempre hay tiempo para llevarla a cabo, incluso en plena jubilación, como demuestran algunos de esos ejemplos.
No es simplemente una huida del mundanal ruido de la ciudad en busca de la arcadia de la felicidad, la tranquilidad y el contacto directo con la naturaleza. Muchas de las personas entrevistadas para este reportaje, junto a otras con proyectos similares conocidos (y presumiblemente muchas más que se han quedado fuera), salen del medio urbano con una idea madurada de lo que quieren hacer y por qué lo quieren hacer, y todas llevan también dos principios en la cabeza: innovación y sostenibilidad. Con este último se busca básicamente la integración con el medio y sus habitantes. Llevan creatividad, pero también ganas de aprender a aprovechar los recursos endógenos que son la base de sus iniciativas.
A partir de aquí se crean proyectos de autoempleo, empresariales, cooperativos o asociativos, que ayudan a dinamizar el territorio e incluso sirven para replicarlos en otros pueblos. Jesús Martínez, primer librero que en 1992 se asentó en Urueña, la que es ahora la “villa del libro” en Valladolid, conoce “varios casos de clientes que han montado librerías en pueblos de Salamanca, Madrid y Valladolid”. Martínez no oculta, como el resto de las personas que dieron un paso similar, que sobre todo al principio se hace duro, que no es lo mismo contar de partida con un terreno o casa/nave/local que hipotecarse para conseguirlo y que algunas no consiguen consolidar su proyecto. Sin embargo, insisten en que tener una idea definida y la imbricación con el paisaje y el paisanaje ayudan mucho.
La ceramista Devlet Dirik y el pintor Francisco Mayorga encontraron en El Burgo (Málaga) un lugar para crear y vivir.
La vocación apicultora de María Lorenzo va más allá de la producción y abarca la divulgación y la recuperación de alvarizas del bosque de O Courel.