Es un tema muy manido hablar del individualismo crónico de los agricultores. Puede que fuera verdad en épocas pasadas, en las que predominaba una agricultura tradicional poco integrada en los mercados y que tenía a la familia como eje vertebrador de intereses, cultura e identidad, siendo, además, su fuente principal de empleo y mano de obra. Pero esto ya no es cierto.
La realidad de la agricultura actual desmiente el estereotipo del individualismo de los agricultores. Las recientes movilizaciones de protesta son buena muestra de que, cuando hay que defender intereses, los agricultores son capaces de organizarse. Cualquiera que haya observado las tractoradas no puede seguir hablando de la agricultura como un sector marcado por el individualismo. Las organizaciones de tipo sindical vertebran al sector y lo representan ante los poderes públicos, tanto a nivel regional (en las instancias de interlocución de las CC.AA.) como nacional (en el Consejo Asesor Agrario) y europeo (en el COPA).
“Un nivel eficaz de vertebración económica de la producción pasa por la integración de las actuales asociaciones de primer grado en estructuras de mayor economía de escala, o por el desarrollo de estrategias concertadas entre cooperativas de primer grado”
La densa red de cooperativas extendidas por todos los pueblos rurales españoles, o la amplia red de comunidades de regantes existentes en las áreas de agricultura de regadío, son también ejemplos del nivel de asociacionismo existente en la agricultura, desmintiendo la tesis del individualismo de los agricultores. Lo mismo cabe decir si observamos el amplio número de ADSG (Agrupaciones de Defensa Sanitaria Ganadera) que agrupan a productores de los distintos subsectores para mejorar el nivel sanitario de la cabaña. Igualmente, la vertebración en organizaciones sectoriales (cítricos, aceite de oliva, cereales, porcino, fresa…) y la presencia de organizaciones interprofesionales (o interprofesiones) en algunos subsectores estratégicos son otro indicador de la fuerte cultura asociativa que existe en la agricultura. También lo son los más de 200 Grupos de Acción Local de la iniciativa Leader en los que los agricultores participan para poner en marcha los programas de desarrollo rural.
El problema no es, por tanto, la falta de cultura asociativa, que existe y es tangible, sino que esa cultura no se traduce en estructuras asociativas eficaces. La realidad es que existen, sin duda, asociaciones, pero son débiles en términos organizativos, teniendo por ello serias dificultades para ser interlocutores eficaces ante los demás operadores de la cadena alimentaria. […]
Texto: Eduardo Moyano Estrada