Los residuos en el medio rural cuentan al menos con tres variables que añaden complejidad a su gestión: dispersión y diversidad en la generación, tratamiento de algunos muy peligrosos (fitosanitarios) y cercanía a ecosistemas especialmente sensibles, como los ríos. El Plan Estatal Marco de Gestión de Residuos (Pemar) 2016-2022 dedica por primera vez un capítulo a los residuos agrarios y a cómo mejorar su generación y tratamiento. Tanto los sistemas de gestión como los poderes públicos están en esa misma línea, con resultados más satisfactorios en unos campos (plásticos) que en otros (fitosanitarios).
Plásticos de invernaderos, de acolchados en cultivos y de canalizaciones de regadíos; alpechines de la industria olivarera y purines de la porcina; envases y restos de plaguicidas, herbicidas y fertilizantes; y subproductos animales no destinados al consumo humano. Estos son algunos de los residuos específicos cuya gestión debe afrontar el medio rural y que se unen a otros inherentes al medio urbano: domésticos, escombros, farmacéuticos, aceites industriales usados.