El tañido de las campanas, el chisporroteo de la lumbre, el balido de los rebaños, el martilleo en el yunque y el tañi-do del almirez machacando los ajos. Sonidos cotidianos que se escucharon durante siglos en el campo español y fueron enmudeciendo con su despoblamiento. Una trans-formación radical del medio rural en apenas 45 años, a la que también contribuyó la entrada en la Unión Europea y la llegada de la PAC (Política Agraria Común), con regalos para los que se quedaron en los pueblos: se sustituyeron los aperos romanos que fabricaban los propios labrado-res por tractores; y la modernidad y la riqueza llegó a las casas barriendo cocinas de leña y fresqueras y llenándo-las de alimentos exóticos, dejando sin sentido la dura tarea de alimentar al cerdo y aprovechar hasta sus an-dares. A cambio, el agricultor se comprometió a cultivar cuando y lo que se decidía desde Bruselas; y se diluía la estrecha relación entre el ser humano y la tierra, en aras de olvidar la figura del pobre paleto.
La miseria desapareció sí, pero la melancolía se instaló en el corazón de algunos a medida que iban arruinándose pajares, llenándose vertederos con muebles antiguos y urbanizándose las costumbres. Ante esta tesitu-ra, un pueblo, Masegoso de Tajuña (Guadalajara), se revolvió contra el olvido. Su Asociación Cultural “cons-ciente de la pérdida que suponía para el patrimonio material e inmaterial”, explica una de sus fundadoras, Pilar Villalba, rescató enseres, los restauraron y los re-unieron en el pequeño Museo del Pastor y del Labrador. Hoy cuenta con tres salas que muestran las actividades que fueron el centro de la vida de sus habitantes: la ganadería, la agricultura y la cocina, como centro social y de descanso. Toda una inmersión en un pasado común entre objetos, olores y sonidos evocadores que bien valen una visita.
En otoño se araba la tierra y se sembraban los cereales (trigo, cebada, avena y centeno); en julio, se segaba a mano; y luego, en agosto, toda la familia trillaba en la era.
La lumbre era el centro de la casa del labrador. En torno a ella se reunía por la noche toda la familia (padres, hijos, abuelos y tíos solteros que trabajaban para la familia): los hombres hablaban de los cultivos y de los ganados; y las mujeres cosían y contaban costumbres y tradiciones a los más pequeños.
Miembros de la Asociación Cultural frente al edificio restaurado que ocupa la exposición.
Los pastores del pueblo, como todos los de León y Castilla, formaban parte del Honrado Concejo de la Mesta, una asociación creada en el siglo XIII por Alfonso X el Sabio, que les brindaba derechos de paso y pastoreo y les eximía de realizar el servicio militar.
Este híbrido entre la yegua y el burro era resistente y tenía mucha fuerza, lo que le hacía fundamental en las tareas del campo.
La ganadería intensiva, ovina y caprina, fue un complemento indispensable del agricultor, hasta el punto de que mucha de su vestimenta estaba fabricada con la lana de oveja alcarreña y ojalada, razas muy resistentes al duro clima de la Alcarria.